8 may 2013

El extraño caso de la Señorita Toilet


*Si leés el relato sólo para ver en qué parte la heroína empieza a hacerse caca encima saltá hasta el próximo asterisco. 
De nada ( ' 3')

Desde hacía varios jueves que pongo mi atención en su figura. La primera vez que la vi ella estaba sentada en el banco de aquella plaza y la verdad es que su apariencia me descolocó. No la registraba de ningún lado; una chica con una máscara de goma negra en el rostro y sentada en un banco sobre un asiento de retrete y teniendo otro de esos asientos en su cabeza. No se qué era más esta escena, si graciosa o rara. Le presté atención pero no por mucho tiempo. En realidad fueron segundos que parecieron minutos. Instantes después ignoraría su figura y seguiría mi camino. Pasaría una semana hasta volver a traer su imagen a mi mente.

Un jueves después volví a pasar por esa misma plaza, y ahí estaba ella. Entonces me acordé de  todo lo que pensé la vez pasada y así fui sumando datos a los que había supuesto o imaginado. De este modo noté que a su lado de había una caja de cartón que tenía desparramados un puñado de billetes y monedas. Esto quiere decir que ella sería algún tipo de bohemia o artista y el modo en que se viste es parte de una algún tipo de performance artística, como ocurre con las personas que se hacen pasar por estatuas o similares. Si este fuese el caso, qué podría significar. Quizás era una metáfora sobre cómo la sociedad se caga en nosotros mientras nosotros, como miembros de la sociedad, nos cagamos en el otro o algo por el estilo. La verdad que no le dediqué mucho tiempo a estas reflexiones porque cuando me di cuenta ya había retomado mi rumbo a no-me-acuerdo-qué-carajo y había dejado atrás a esta curiosa señorita. Y así pasó otra semana.

El jueves siguiente mi cabeza ya estaba un poco más acostumbrada a su llamativa presencia, como si estuviese conociéndole un poco sin haberla conocido nunca.
Cuando la vi sin verla, o sea, haciendo de cuenta que no la veía cuando claramente la observaba, empecé a notar con mayor claridad -o más bien obsesiva observación- los detalles de su rara apariencia, y la verdad que me daba un poco de pena ajena.



En su cara llevaba puesta una máscara de goma toda negra que sólo dejaba entrever su boca y ojos. Creo que era una de esas máscaras que usaban los sadomasoquistas, esa gente a la que le gustaba que le  tener sexo mientras los maltratan y les pegan ¿Sería ella algún tipo de masoquista? Quién sabe. Quizás sólo quería ocultar su identidad o tal vez fuera parte de un personaje. Igualmente confieso que la idea de que fuera una chica masoquista me daba un poco de morbo, pero en fin. Las pocas facciones que la máscara permitían entrever sumadas a su relajada postura le conferían una sensación de relajación y serenidad dignos de una santa. sin embargo, su sonrisa no era capaz de distraer mi atención del detalle más llamativo de todos; el asiento de inodoro al rededor de su cuello cuyo respaldo se posaba de un modo gracioso en su cabeza. Así noté que tanto esa como aquella donde se sentaba se hallaban adosadas a su figura mediante correas y arneses. Al principio me preguntaba para qué haría eso hasta que por casualidad, bah, tras verla de lejos en un conveniente rato libre, la vi levantarse de su lugar en la plaza, notándose así que efectivamente, el retrete en su trasero iría con ella a todas partes. Cada vez que hacía eso su andar se tornaba algo raro, un poco chistoso, como si realmente estuviese forzándose a si misma a portar algo tan ridículo como impráctico ¿Qué estoica causa o motivo la llevaría a vestir su figura de tan incómodo modo? Los jueves seguirían pasando y poco a poco iba construyendo una imagen mental cada vez más clara de ella en mi mente. Fue así como me di cuenta que esa prenda de color blanco que había rodeando sus caderas no era otra cosa que un pañal. Esto ya se tornaba más turbador ¿Ella realmente le daría algún uso al mismo? O sea, si se mearía encima. Esto me llevo a pensar a que quizás sea algún tipo de paciente psiquiátrica que todos los jueves se escaparía de un loquero sólo para sentarse en una plaza, recaudar un par de monedas y continuar indiferente e impermeable a las inquisitivas y cuestionadoras miradas de los transeúntes casuales como yo. Sin embargo, para ser tan cuestionador no había cruzado siquiera una palabra con ella y ya hacían como dos meses que había empezado con la rutina de observarla un poco más de ella jueves a jueves.

A poco de cumplirse nuestro segundo mes de aniversario imaginario fue que me decidí a acercarme a ella y hablarle pero necesita de una excusa lo cual no parecía muy complicado. Alcanzaba con ir y dejarle algo de dinero en aquella caja que tenía a un lado, y después de eso ir improvisando en qué decirle. Fue entonces cuando me armé de valor y me acerqué. Tenía en el bolsillo un puñado de billetes y monedas que le dejaría en su caja al pasar. Fue entonces cuando ella me miró y me sonrió. Entonces sentí una ligera conmoción. Ya no supe qué decir o hacer a partir de entonces, fue como si mi mente se pusiera en blanco. Fue por eso que me puse en "modo automático" y sin pensar o siquiera sentir mis pasos me fui alejando del lugar. Cuando mi mente se despejó del impacto emocional supe que pasaría otra semana antes de volver a tener la chance de acercarme a conocerla.


Fue de ese modo que volví. Ahí estaba ella, tan misteriosa, expuesta ante las inquisitivas miradas pero a la vez tan imperturbable como siempre. Me acerqué de nuevo a querer hacer mi aporte monetario cuando me di cuenta de que no tenía la plata en el bolsillo sino en mi billetera. De todos modos saqué algo de plata y la dejé en aquella caja. Pensándolo un poco creo que se notaba mucho que había ido hasta ahí con el sólo propósito de hacer eso mismo. El corazón y la ansiedad pudieron más que yo así que en un tono indisimulablemente nervioso y apresurado se lo dije "Me gusta". Sus ojos se abrieron de par en par. Entonces aclaré mejor "Me gusta lo que haces" y entonces volvió a sonreír pero no dijo nada. Por mi temor a que no entendiera a qué me refería fue que aclaré "Su arte. Me gusta su arte." y entonces, como la vez pasada, volví a ponerme en "modo automático", pero esta vez no para escapar de la situación sino para hundirme todavía más en ella y en mi propia miseria. Fue así como empecé a soltar toda una maraña de sanatas "El mensaje que transmites, la reflexión que impulsas en nosotros con esta crítica social y todo lo que decís sin decir nada la verdad que me llegaron al alma". 

Apenas emitió sonido "Mmh". Me sentí como un idiota por molestarla así. Quizás le haya errado a todo lo que acababa de decir o se esté sintiendo acosada. Entonces dijo algo más.

"Gracias".

"No, gracias a vos", contesté. Fue entonces cuando tuve el atrebimiento de preguntarle su nombre, o algo parecido. "Emm, ¿Tienes nombre? Es decir, un nombre artístico". No creí que me fuera a contar su nombre real así porque sí sin siquiera conocerme pero al menos quería tener una palabra por la cual rememorarla en mi mente. Sin dudarlo un segundo, me lo dijo; "Decime señorita Toilet". Había algo de prisa en su voz, como si se hubiese adelantado a mi pregunta. A partir de ese momento lo intuí. Ella realmente esperaba que alguien se le acercara y tener la chance de hablar al respecto. Fue así como empecé a conocerla. Me senté en el mismo banco aunque me preocupé un poco de estar interfiriendo en su arte.

Después de un rato me di cuenta de que aunque quisiera orientar mis dudas hacia el lado artístico ella no parecía muy interesada en ello. Fue entonces cuando me hizo una confesión "Hmm, esto... parece que lo hago por algo artístico pero el motivo es otro" ¿Qué? Pero entonces, por qué saldría a la calle vestida de esa humillante manera. No pude evitar apuntar a algo puntual "Pero entonces... ¿y la caja donde la gente deja sus monedas?" y así aclaró ese detalle "Ah eso. Bueno, pues la verdad es que era una forma que se me ocurrió para que nadie me vea mal por hacer esto". No entendía nada. Empecé a llenarme de dudas al respecto. Fue entonces que ella, aclarando poco, apaciguó mucho diciendo "Pasar tiempo en esta plaza vestida así... me hace... muy feliz". Creo que para no conocerla en lo más mínimo me había dicho algo bastante pesado así que en mi afán por no caerle pesado le dije "Ojalá todo el mundo fuera tan valiente como tú e hiciera aquello que le hace realmente feliz sin dañar a nadie". Se que lo que dije era un cliché tremendo pero supongo que lo que importaba era mi intención hacia ella. Con un poco de timidez me contestó "Supongo...".

Después de un rato tuve que irme a hacer no recuerdo qué mierda, así que mientras me levantaba para irme le pregunté un momento "Espero no haberte molestado. La verdad que me agradó pasar tiempo contigo así que, si no te molesta, podría venir en otro momento. Bah, si es que llegas a estar aquí de nuevo". A lo cual ella me respondió "Mmh. Sí... me gustaría. Gracias".

Y entonces me fui yendo con la duda de si realmente no le habré fastidiado un poco, de si me tomaría como alguien pesado o si volvería a verla en aquella misma plaza la otra semana. Sin embargo, también me llevé conmigo un sentimiento cálido en el pecho y de algún modo la gratitud que sentía por eso mismo me apaciguaba un poco de ese malestar.


Pasaría una semana desde entonces, y al jueves siguiente asistí a aquella misma plaza y en aquel mismo banco donde tan agradablemente se filtraba a trabes de unos árboles la cálida luz del sol.

Era extraño y misterioso hablar con ella. Parecía como si estuviese de algún extraño modo, feliz. Como si estuviese intentando contener una sonrisa.

De a poco fuimos profundizando en nuestra charla y vínculo por lo cual me fue contando cosas más y más extrañas y pesadas sobre aquella actividad. Entonces me dijo que el tema de vestir pañales o incluyendo los asientos de inodoro eran para ella una especie de fetiche, algo que adoraba usar de manera inexplicable. Creo que realmente había una explicación para ello pero al menos hasta el punto en que nos conocíamos, supongo que estaba bien creer que era inexplicable. De esta manera, poco a poco me fue obsequiando curiosidades y secretos de su exhibicionista fetiche. Por ejemplo, en un principio su máscara de goma tuvo en principio la doble función de preservar su identidad en tanto le diera también una apariencia exótica como si una especie de performance artística se tratase. Sin embargo, con el tiempo ella terminó incorporándola como parte de la identidad de la propia filosofía de aquella experiencia. Del mismo modo, el hecho de lucir de manera tan vergonzosa era algo que la hacía sentir que era capaz de romper la barrera entre la fantasía y el mundo real, aunque también se quejaba un poco de que con el tiempo se fue acostumbrando a esa emoción y entusiasmo por lo cual hoy día el hacer eso ya no tenía el mismo efecto en ella.



Hacía tiempo que había empezado a quererla. Bah, en realidad siempre tuve unas ganas inmensas de tener relaciones con ella. Fue por esto que en mi afán de querer invitarla a dar un paso más a nivel confianza le sugerí la posibilidad de poder verla sin aquel particular atuendo o en otro lugar pero su tendencia, aunque llena de tacto, fue contundente; "Perdón, pero no quiero que nadie sepa quién soy. Al menos por ahora me gustaría que sigamos así ¿Sí?" Después de todo lo que me había explicado y confesado sobre la verdadera razón por la que hace lo que hace de algún modo había llegado a entender esa apreciación. Sin embargo tengo que confesar que me sentí un poco herido ante esa negativa.


Con el tiempo empecé a acercarme un poco más a ella. Un jueves llegué hasta ahí para compartir una gaseosa. Otro jueves, que parecía estar medio nublado, por las dudas tomé y le dejé mi paraguas en caso de que lo necesitara.

Jueves a jueves nuestro vínculo se fue haciendo más entrañable pero nunca podía encontrarle un nombre. No sabía si eramos amigos porque apenas sabía cosas sobre ella. Es decir, nunca le vi la cara por completo. Sin embargo, de algún modo quería seguir yendo a verla, de pasar al menos ese tiempo que me permitía para estar cerca suyo. Tal era así que cada vez pasaba más y más tiempo con ella hasta que un día terminé quedándome hasta que llegó la hora en que ella se disponía a volver a su casa. Fue entonces cuando en un acto de curiosidad disfrazado de caballerosidad o de caballerosidad disfrazado de curiosidad, le pregunté si  no querría que la acompañara hasta donde tuviera que ir. Sin dudarlo me dijo que no, pero al poco tiempo se retractó y me dijo que sí, haciendo un poco de cuenta en que no había dicho lo primero. De esta manera fue que empezamos a caminar hasta donde estaría su casa. Pensando un poco en la situación, la imaginación empezó a dispararme en cualquier dirección. Quizás lo que quería era tener un lugar cómodo donde quitarse todas esas cosas raras que portaba encima y finalmente iba a poder verle el precioso rostro que siempre imaginé que tendría abajo. O tal vez no sólo pasaría eso, sino que directamente iba a terminar echándole un buen polvo.

Cuando estábamos cerca de llegar a su casa ella largó un comentario "Si quieres puedes quedarte un rato, no se, si es lo que querías". Si. Realmente era todo lo que quería. Por eso le dije "Sí, creo que estaría bien por mi".


*Y esta es la parte del próximo asterisco. De nada ( ' 3')

Y ahí estábamos los dos, solos en su casa. Ella me sugirió que me sentara cómodamente en donde quisiera. Sí pude sentarme en un sillón pero no tan cómodamente por mi ansiedad y expectativa. Qué sería lo que pasaría entre nosotros a hacer en ese momento. Fue entonces cuando ella se quedó quieta de espalda un segundo y la vi temblar un poco ¿Estaría muy... excitada? Era como si estuviese paralizada momentos antes de hacer algo importante, quizás debía armarse de valor. Instantes después, estando así de espalda, lo lo hizo. Se puso en cuclillas sobre la alfombra en una postura un tanto rara y entonces empezó hacer ruidos como si estuviese pujando. Pujando para hacer eso para lo que uno va al baño, se sienta en un inodoro y requiere eventualmente pujar. Fue entonces cuando lo hizo. Sí, definitivamente se lo hizo encima. Se cagó encima.



Su tono de voz había cambiado. Se había hecho más suave y dulce, tomando un aire seductor como el ronronear de una gata. "¿Te gusta? ¿Te gusta que haga esto para ti?". 

Fue raro. No supe qué decir. Entonces siguió diciendo "Me gustás. Me gustás mucho, me gusta hacer caca para vos".

"Si me dejas me haré caca encima para ti y nada más para ti".

Estuvo así un rato. Y entonces se levantó. Con suavidad se dio vuelta y entonces me lo mostró. Era una visión increíble, no por ser maravilloso sino porque realmente, era increíble. Impensado. Una chica preciosa vestida de una manera mezcla entre delicadamente femenina,  sadomasoquista y todavía más rara por esas tablas de retrete. Era una figura elegante y dulce sazonado por un vulgar y repugnante bulto de caca en su culo humillando vergonzosamente su figura a trabes de su sucio pañal. Era una escena de fantasía cuya palpable pestilencia era capaz de devolverme a la aun más retorcida realidad. No pude evitar disimular mi disgusto. Definitivamente, este hecho generó una especie de barrera entre nosotros. No sabía qué decirle ni qué responderle. Se notaba que mi expectativa sexual se había enfriado lo cual a su vez demostraba que la suya también quedaría anulada. Ni yo ni ella entendíamos qué hacer. El olor de su caca empezaba a llenar toda la habitación. Entonces, en un tono algo cortante pero amable me dijo "Perdón, creo que me pasé del límite. Definitivamente no tendría que haber hecho esto, discúlpame  soy una tonta". No llegué a decir nada, y haciendo como si estuviese tapando con vergüenza su pañal todo cagado me dijo "Ahora tengo que lavarme. Si quieres puedes ir yendo a tu casa". Fue entonces cuando me acompañó hasta la puerta de su casa. Lo único que llegué a decirle fue "Hasta la próxima", a lo cual me contestó con su habitual "Mmh". Este fue el Mmh más incómodo que haya escuchado en mi vida. Y entonces me fui.


Y ahí me encontré unos minutos después. Con la noche aproximándose en el horizonte y esperando el colectivo que me llevara a casa. No podía olvidarme de ella. De ese momento. De lo poco que pasó pero que apenas me daba lugar a procesarlo en mi cabeza. De una repugnante pestilencia que no había sentido nunca antes pero que a la ves era tan única, no podía evitar asociarlo a la rareza y extraña calidez de ese momento. Entonces entendí el motivo de su placer. Finalmente había podido compartir su felicidad con un espectador, conmigo. Estaba feliz, contenta... hasta que en mi falta de comprensión lo arruiné.

La Señorita Toilet era única, tan especial que ni si quiera esa última depravación hizo que perdiera mi deseo en ella. Sí, definitivamente creo que el del problema soy yo.


Y entonces tuve miedo. Miedo de que todo lo vivido hasta entonces no haya sido más que una feliz ilusión. Miedo de que ella, aterrada por lo raro y posiblemente incómodo de su revelación no vaya nunca más a esa misma plaza. Miedo de que me rechace o de que crea que yo le rechace. Miedo de no volver a verla.

Fue entonces cuando sincerándome conmigo mismo terminé por esclarecerme en todo lo que sentía por ella, así que ese mismo día me desperté, desayuné y salí sin bañarme decidido a ir hasta su casa y encararla de una buena vez. O pensándolo mejor, no. Definitivamente no podía esperar una puta semana ¡Al carajo los jueves, estoy jodidamente enamorado! Sin embargo, al final me acobardé. No me daba la cara para verla así que al final terminé dejando pasar un día. Dos días. Tres... y así me encontré conmigo mismo. Era jueves, ese día mágico de la semana. Por un momento pensé que si ella tenía una obsesión con cagar yo lo tenía con ese día de la semana. La verdad que no sabía quién de los dos necesitaría más terapia, pero... bah, ya ni siquiera puedo tratar de hacerme el gracioso en mi blog y escribiéndoles a ustedes mis amigos imaginarios. Y la verdad que no lo aguanto más. Ya no puedo seguir intentando esconder u ocultar esta angustia que me oprime el pecho mediante chistes u ocurrencias. Tengo que confesar que en más de una ocasión me enojé conmigo mismo por no haberle dicho todo en ese mismo momento, de no haberla abrazado después de haberme abierto tan privado secreto de su corazón y su ser. Me lamenté por no haberla abrazado y decirle que la aceptaría tal cual es. En ese momento recordé de nuevo el olor de su cagada y no pude evitar tomar con humor tan bizarra situación. Y ahí estaba yo. Encima del colectivo y riéndome como un boludo de mi propio comentario. Aun así no podía terminar de disimular mis nervios. Iba directo a la plaza con la esperanza de volver a verla para disculparme y decirle todo lo que sentía por ella. De que no me importaba si el hecho de cagarse encima era su hobby, que mientras esto la hiciera feliz no importaría nada más.

Fue entonces cuando la vi. Sí, la vi. Ahí estaba ella. Pura, hermosa, concretando su fantasía, fantasía en la cual me había permitido formar parte hasta volverla parte de nuestra realidad. Pero esta vez la realidad mostraba una ilusión que se había roto. Su rostro, su cara. Parecía vacía, triste. Ella me vio y entonces volteó la mirada para otro lado.

Quizás me odie, lo cual suena lógico. Ella iba todas las semanas a esa misma plaza y vestida de ese modo porque era parte de una rutina que la hacía plenamente feliz y yo, en algún punto, lo había arruinado. O tal vez se sentía como yo, algo confundida o triste. El hecho de que quizás le cueste tanto como a mi este encuentro me daba un poco de ánimos para afrontar la situación.

Me acerqué con cierta timidez provocada por mi propio sentimiento de culpa. Fue entonces cuando se le saludé "Hola". Ella apenas se inmutó, ni siquiera volteó a verme, apenas tuvo un murmuro "Mmh". Estaba decidido a hacer todo lo que estuviese a mi alcance para remediar la situación así que se lo dije. "Perdón. Perdón por todo lo que te hice, no tuve que portarme así. Me siento muy mal por lo que ocurrió". Ella seguía mirando en otra dirección, como si quisiese evadirme. Tras un breve silencio sentenció "¿Me odias?".

¿Entonces... era eso lo que ella pensaba? Intentando flanquear desesperadamente esa puñalada en mi pecho fue que mi instinto se impuso y le dije "No, eso es imposible. Nunca te odiaría. La verdad es que te quiero". Parecía como si lo dicho por mi hubiese chocado contra un muro de piedra, pero su mirada vaciló un momento y entonces me vio a los ojos. "Mmh".


Sin pensarlo pero sintiéndolo mucho se lo dije "Te amo, y quiero que vuelvas a hacerlo de nuevo para mi. Por favor". Intenté darle mi mano en señal de aprecio pero ella rehuyó un poco. Eso me dejó helado. Apartó su mirada al suelo quizás procesando la situación. Yo hice lo mismo. No sabía qué hacer. Si quedarme, si irme. Si aceptar que por mi lentitud la había cagado y que ahora ella no quería saber nada más conmigo. Fue entonces cuando sentí su mano. El tacto de sus cálidos dedos a trabes de sus guantes de goma intentando envolverse entre los míos. Fue maravilloso, fue mágico. Levanté la mirada para verla y ella estaba ahí, sonriente. Sentí como si algo volviese a mi y como si una presión me abandonase por completa. Entonces tomó mi mano con tímida fuerza, y Ella estaba sonriente. Yo también la tomé con firme cariño y entonces fui feliz. Y así nos quedamos un rato.

Empecé a tener una erección en proceso y eso me hizo recordar algo importante. Fue por eso que le dije "En serio. Cuando quieras, volvamos a intentarlo. Te quiero". Ella trataba de dejar de sonreír pero no podía. Fue entonces cuando me dijo "No, todavía no. Quedémonos así un rato más por favor". Y entonces nuestras manos quedaron estrechadas un rato más. En ese momento me hubiese gustado que que no tuviese ese asiento de retrete al rededor de su cuello para tener una distancia aun menor entre nosotros pero de todas maneras estaba contento.
mucho más temprano que la vez anterior nos levantamos del asiento de aquella plaza y fuimos directo hacia su casita.

*Y esta es la parte de la cagadera posta posta. De nada ( ' 3')♥

Y ahí nos encontrábamos los dos. El lugar ya empezaba a volverseme familiar al igual que la situación que estaba por acontecer. Estaba nervioso, tenía un poco de miedo de volver a sentir rechazo por lo que pasaría pero aun así, sintiera lo que sintiera, estaba decidido a quedarme hasta el final. No estaba dispuesto a perderle a ella por nada del mundo. Creo que ella tenía la misma preocupación porque esta vez, en vez de ir directo a hacerlo, sólo se quedaba parada de costado y mirando tímidamente hacia el suelo. Fue entonces cuando inventándome un arbitrario relato imaginario traté de darle ánimos "Señorita Toilet, sus fans estamos impacientes. Por favor, enséñenos su amorosa obra". Apenas contestó con un dulcemente firme y decidido "Sí", y entonces, volvería a repetir nuestra privada muestra de amor.

Y así lo haría, igual que la vez anterior ella se puso de  cuclillas, empezó a pujar y a pujar. Sonoros y vergonzosos pedos acompañados de anti estéticos gemidos de esfuerzo darían lugar hasta que su culo empezó a ser generosamente masturbado de adentro hacia afuera. La Señorita Toilet se estaba cagando encima.

Lo que anteriormente me había tomado por sorpresa esta vez empezaba a volverse familiar. Fue por eso que empecé a asociar el hedor de su caca con una cálida y agradable sensación mientras esta rara ofrenda de amor iba desenvolviéndose.  Fue así como entre vergonzosos pedos su trasero fue rellenándose gradualmente de un espeso torrente de mierda mientras el espacio entre el pañal y su culo se iba estrechando más y más. El mismo parecía cada vez más pesado porque el peso acumulado en su trasero iba tirándolo hacia abajo dandole un aspecto un tanto ridículo y gracioso. Una degradante humillación que empecé a disfrutar en ese mismo momento. Era increíbe apreciar cómo su hasta entonces virgen y blanco pañal era brutalmente corrompido hasta mostrar la superficie de su trasero empañada por su propia cagadera.

Si había algo que me fascinaba de ella era el orgullo que mostraba. Su rostro estaba rojo de la vergüenza y su mirada hacía todo lo posible para esquivarme escaparse en alguna dirección mientras que a su vez su indisimulable sonrisa delataba su absoluta satisfacción ante la exposición de su íntima vergüenza.



Volteo a verme y con la mirada embellecida por su morbosa lujuria me preguntó "Te gustó?". No fui sincero con lo que sentí al presenciar esto, pero sí fui sincero con lo que sentí por la intención de su corazón "Sí, me encantó". Entonces volvió a preguntarme "¿Te gustó?", y le dije "Sí". Y tras un breve e incómodo silencio me preguntó "¿y te gusto?" . Esta vez sí fui completamente sincero "sí. Me gustas  mucho". Ella se quitó los asientos de inodoro de la cabeza y del culo y los tiró a un costado. Entonces se sentó con las piernas abiertas sobre mi muslo izquierdo. Podía sentir todo el peso de su cuerpo sobre mi pierna y sabía que justo en la base de su culo habría un bulto de mierda aplastada. Entonces empezó a frotar su entrepierna en mi muslo, aplastando en el proceso su pañal completamente cagado "¿Entonces te gusto? ¿Te gusto? Vos me gustas, me gustas mucho" empezó a decir con un aire de ascendente sensualidad. Era una situación tan erótica como confusa. Se mezclaba el dulce deleite por una hermosa mujer a quien amaba en contraste a aquella amarga pestilencia a mierda pero de algún modo la mezcla entre ambas cosas me empezaba a llenar de morbo así que sí, era una situación que de algún modo empezaba a gustarme. "¡Sí, me gustas! ¡Me gustas mucho!", empecé a seguirle el juego o más bien fui parte del juego. A disfrutar de su juego "Cagona""Te quiero mucho, cagoncita cagona". Decirle cosas así la ponían a mil por hora y eso me calentaba más. Entonces la cosa terminó en un ridículo ir y venir de besos. Era algo raro, porque pasaba más tiempo sintiendo el olor de la máscara de goma pegada a su rostro que el de su propio rostro, su propia piel. Pero no me importó. Ella se frotaba en mi y yo en ella, fue un momento raro donde no sabía si estábamos teniendo alguna forma de sexo o masturbándonos. Tal era el frenesí de ese momento que algo de su caca empezó a salirse de los costados de su pañal manchando un poco de mi pantalón pero no me importaba. A ella la quería, la amaba. La quería por completo y con lo sea, incluyendo a su propia mierda. En un momento ella se quedó quieta un instante. 

El ojo de su culo dio un agresivo y estruendoso eructo que fue súbitamente ahogado cuando de entre sus nalgas comenzó a brotar una humillante cagadera que sería refrenada por su maltratado pañal, abultándose sobre su anterior capa de mierda contenida en su trasero. Toda esa mierda no hacía más que rellenar su pañal hasta el más enlocecedor desborde. El desenfreno y las barreras emocionales quebradas ante esta situación límite nos llevaron al borde de la excitación. Ella empezó a gemir como loca y entonces ya no pude contener más la presión, el placer, el inmenso deleite que me generaba este morboso, perverso y extrañamente sexual momento por lo cual me hallé al borde del abismo orgásmico hasta que finalmente acabé. Los dos acabamos y empapados en exhaustivo sudor no hicimos menos que abrazarnos como si aquella extraña unión entre nuestras almas, nuestros sexos no quisiera ser separada nunca más.

Y ahí estaríamos un rato después, los dos tirados en el sillón, ella medio adormecida, yo, relajado, mirando hacia el techo. El ambiente estaba viciado por el olor de su mierda pero para mi era el olor de mi mujer, una preciosa dama que quedara excitada al oler a mierda y eso era algo que con el tiempo me empezaría a calentar más y más. La maciza redondés que tomara el pañal hinchado por las sucesivas purgas de su vientre me llenaban de morbo, más aun, mientras todavía había pequeños trozos de mierda intentando fugarse por sus costados. Definitivamente ese pañal ha hecho lo mejor posible resistiendo la sucesiva embestida de tan agresivo castigo.

Mi amada se puso a un costado, exhausta y empapada de sudor. Casi podría haberse dormido, quedándose unos minutos con los ojos cerrados. Cuando los abrió vi en ella una sonrisa de oreja a oreja y entonces me dijo "humm, gracias. Ahora sí que confío en vos" y entonces lo hizo; se desató la correa en su cuello, se quitó la máscara de goma y entonces pude apreciar toda la tierna belleza de su rostro, su cabello, toda ella entera. Con la misma naturalidad desnudó algo más de su ser "Mi nombre es Sheira pero cuando haga cacona me gustaría que me digas Señorita Toilet", a lo cual contesté "Mi Señorita Toilet. Esto fue una cagada. Te amo". Y entonces me besó tiernamente en la frente.

Poco después de eso ella iría a tomarse un baño, a asear todo el enchastre en su culo que empezaba a desbordar los bordes de su pañal y un rato más tarde, ya es su habitación, haríamos el amor por primera vez.



Hoy día seguimos yendo a la misma plaza, ella vistiendo de la forma en que la conocí. Es como si reafirmara su identidad dentro de su faceta como Señorita Toilet, se siente segura y a gusto. Después de cada salida la acompaño a su casa donde repetimos aquel boyeurista evento que se volvió nuestro privado e íntimo acto de amor.


1 comentario:

Capitán Jagi dijo...

Es un relato un poco extraño y cuyo error quizás sea que quien lo lea para masturbarse se encuentre con que el tramo fetichista está a lo último mientras que quien lo lea por curiosidad quizás sienta cierto desagrado al leer las partes escatológicas. En fin, cuando tenga ganas volveré a dibujar y escribir respecto de ella XD